Trastornos alimenticios en jóvenes por estrés y ansiedad ante los exámenes: cómo detectarlos a tiempo

EDS Desordenes en la alimentación

Trastornos alimenticios en jóvenes por estrés y ansiedad ante los exámenes: cómo detectarlos a tiempo

La época de exámenes puede ser un verdadero campo de batalla emocional para muchos adolescentes. Más allá del cansancio o los nervios, en algunos casos, el estrés y la ansiedad pueden dar lugar a problemas más serios, como trastornos en la alimentación. Pero ¿cómo distinguir entre un comportamiento “normal” en épocas de estrés y una señal de alarma que requiere ayuda profesional?

Estrés académico y alimentación: una relación compleja

Durante los exámenes, los jóvenes suelen modificar sus rutinas: duermen menos, se aíslan, y también cambian sus hábitos alimenticios. Algunos comen más de lo habitual, otros pierden el apetito completamente. Estos cambios pueden parecer pasajeros, pero en algunos casos se convierten en la puerta de entrada a un trastorno alimenticio.

El estrés crónico genera desequilibrios en el sistema nervioso que afectan el apetito. La comida puede transformarse en un intento de calmar la ansiedad (lo que lleva al atracón), o en un aspecto más que controlar dentro del caos emocional (lo que puede derivar en restricción alimentaria).

¿Qué comportamientos son normales y cuáles son señales de alerta?

Cambios esperables

Durante el periodo de exámenes es normal:

  • Comer de forma más irregular.
  • Picar más entre horas.
  • Sentir menos hambre por nerviosismo.
  • Estar más irritable o cansado.

Estos comportamientos suelen desaparecer una vez que termina el periodo de evaluación.

Banderas rojas que indican un posible trastorno

Hay señales que no deben ignorarse. Algunas de ellas son:

  • Saltarse comidas de forma repetida y justificada por el estudio.
  • Comer en secreto o tener episodios de atracones con sentimientos de culpa.
  • Preocupación excesiva por el peso o la imagen corporal.
  • Uso de laxantes, vómitos o ejercicio extremo para compensar lo comido.
  • Aislamiento social, irritabilidad y cambios de humor persistentes.
  • Pérdida o aumento de peso significativo en poco tiempo.

Un ejemplo: si tu hijo o hija dice constantemente que «no tiene hambre» pero se encierra en su habitación durante horas, empieza a vestirse con ropa muy holgada, y muestra una gran angustia si se le pide comer en familia, son señales que van más allá del estrés académico.

¿Por qué es importante intervenir a tiempo?

Los trastornos alimenticios no son una “manía” o una etapa pasajera. Son trastornos psicológicos serios que pueden tener consecuencias graves para la salud física y mental. Cuanto antes se detecten, más eficaz será el tratamiento.

Pensar que “ya se le pasará cuando acaben los exámenes” puede ser un error costoso. A veces, lo que comienza como una forma de lidiar con la ansiedad puede convertirse en un patrón rígido y dañino que perdura más allá del contexto académico.

¿Qué hacer si sospechas que algo no va bien?

  1. Habla con calma y sin juzgar: Abre un espacio de diálogo en el que el adolescente sienta que puede compartir sin ser criticado.
  2. Observa con atención: El comportamiento en casa, los cambios físicos y emocionales, las rutinas diarias.
  3. Busca ayuda profesional: Un psicólogo especializado puede ayudar a evaluar la situación y orientar tanto al joven como a la familia sobre el mejor abordaje.

No se trata de esperar a que haya un diagnóstico claro. En salud mental, la prevención y la detección temprana marcan la diferencia.


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