Tras la tragedia de la DANA: cuando emergen las emociones contenidas. Vamos a analizar la situación.
Después de enfrentar una tragedia como una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), es habitual que las emociones, que inicialmente permanecen en un segundo plano, comiencen a aflorar con intensidad. Este fenómeno, que podríamos llamar «sobrecarga emocional», se presenta cuando la persona tiene tiempo para reflexionar y procesar lo vivido tras el impacto inicial. En este artículo abordaremos cuándo comienza, qué señales lo caracterizan y cómo afrontarlo para restablecer el equilibrio emocional.
¿Cuándo emergen las emociones contenidas?
Las emociones contenidas suelen surgir tras la etapa inicial de emergencia, cuando la adrenalina y el instinto de supervivencia ya no dominan. Durante el evento traumático, las personas tienden a centrarse en lo práctico: buscar refugio, proteger a los suyos y garantizar las necesidades básicas.
Cuando la situación se estabiliza y el peligro pasa, la mente comienza a asimilar lo sucedido. Este momento puede variar según la persona, apareciendo días, semanas o incluso meses después. Es entonces cuando las emociones reprimidas, como el miedo, la tristeza o la rabia, toman protagonismo.
Ejemplo práctico: Es como intentar mantener un balde lleno de agua bajo el agua. Mientras mantienes el foco y la presión, parece que todo está bajo control. Pero, al soltarlo, el contenido irrumpe con fuerza hacia la superficie.
¿Qué síntomas pueden aparecer?
La sobrecarga emocional puede manifestarse de distintas formas dependiendo de la experiencia vivida y los recursos emocionales de cada persona. Algunos síntomas habituales incluyen:
- 1. Fatiga emocional y física: Sensación de agotamiento constante, como si el cuerpo y la mente no tuvieran energía para seguir.
- 2. Irritabilidad o cambios de humor: Reacciones desproporcionadas ante situaciones cotidianas debido al estrés acumulado.
- 3. Ansiedad: Pensamientos recurrentes sobre lo ocurrido o miedo a que algo similar pueda repetirse.
- 4. Alteraciones del sueño: Dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes o pesadillas.
- 5. Desmotivación o apatía: Pérdida de interés en actividades que antes generaban placer o satisfacción.
- 6. Malestar físico: Dolores musculares, problemas digestivos o sensación de presión en el pecho derivados del estrés.
Metáfora: Es como si hubieras llenado una jarra con emociones, pero sin darte cuenta. Al llegar al límite, todo empieza a derramarse, afectando distintos aspectos de tu vida.
¿Cómo podemos gestionar esta sobrecarga emocional?
Superar la sobrecarga emocional requiere tiempo, comprensión y una actitud activa hacia el cuidado emocional. Aquí te ofrecemos algunas estrategias para abordarla:
1. Reconocer y aceptar tus emociones
El primer paso es darte cuenta de lo que estás sintiendo. Reconocer que es normal sentirse abrumado o vulnerable después de una experiencia traumática es clave. Evita juzgarte por lo que sientes.
Ejemplo práctico: Si tu mente fuera un cajón desordenado, el reconocimiento es el momento de abrirlo y observar qué hay dentro. No puedes ordenar lo que no has identificado.
2. Hablar de lo sucedido
Expresar tus emociones, ya sea con amigos, familiares o un profesional, alivia la carga y ayuda a dar sentido a lo vivido. Hablar permite transformar las emociones difusas en palabras concretas, facilitando su procesamiento.
3. Cuidar el cuerpo para cuidar la mente
El bienestar físico influye directamente en el emocional. Mantener una alimentación saludable, hacer ejercicio moderado y respetar tus horas de sueño son pilares esenciales para tu recuperación.
4. Practicar técnicas de relajación
El estrés acumulado puede aliviarse mediante la práctica de respiración profunda, meditación o actividades como el yoga. Estas técnicas ayudan a disminuir los niveles de ansiedad y te conectan con el presente.
Ejemplo: Piensa en la relajación como un botón de pausa para la mente. Incluso unos minutos al día pueden ofrecer un respiro a tu sistema emocional.
5. Establecer una rutina equilibrada
Volver a una rutina estructurada, pero flexible, puede brindarte una sensación de control. Incluye actividades que disfrutes y que te ayuden a desconectar, como leer, caminar o realizar un hobby.
6. Buscar apoyo profesional si es necesario
Si las emociones se vuelven abrumadoras o interfieren significativamente con tu vida diaria, es momento de buscar ayuda profesional. Un psicólogo puede ayudarte a comprender tus reacciones emocionales y proporcionarte herramientas específicas para manejarlas.
Ejemplo práctico: Si tienes una herida física profunda que no cicatriza sola, acudes a un médico. Lo mismo sucede con las heridas emocionales: un terapeuta es el profesional indicado para guiarte en tu proceso de sanación.
7. Conectar con tus valores y propósitos
Después de una tragedia, reflexionar sobre tus valores o metas puede ayudarte a recuperar el sentido de dirección. Actividades altruistas, como colaborar en la recuperación de tu comunidad, pueden ser una manera poderosa de transformar el dolor en acción positiva.
Cuidar de las emociones contenidas es un acto de valentía
Es importante recordar que las emociones intensas que aparecen tras una tragedia no son un signo de debilidad, sino una respuesta natural al haber vivido algo difícil. Procesarlas, en lugar de ignorarlas, es una muestra de fortaleza y autocuidado.
Cada persona tiene su propio ritmo para sanar. Escuchar tus necesidades, rodearte de un entorno de apoyo y permitirte sentir son pasos fundamentales hacia el equilibrio. Si el proceso parece demasiado complejo, recuerda que no tienes que enfrentarlo solo: el acompañamiento adecuado puede marcar la diferencia.
Conclusión
Las emociones contenidas tras una tragedia como la DANA son una respuesta humana esperable. Reconocerlas, afrontarlas con herramientas adecuadas y buscar ayuda si es necesario son claves para salir fortalecido de esta experiencia.
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